Emigrar, la importancia de un cierre completo: como decir Adiós y aprender a dejar ir.

¿Qué dejamos atrás cuando decidimos emprender un camino nuevo y comenzar un ciclo en otro país?

Alejandra Ginty Vázquez Moreno.

6/25/20256 min read

¿Somos conscientes de que estamos frente a una de las mayores pérdidas a las que nos enfrentamos en la vida?

Cuando decidimos mudarnos a otro país, independientemente de las razones que nos hayan impulsado
a tomar esa decisión, existe algo muy importante que hay que tener en cuenta: ese país, ese nuevo plan,
esa nueva aventura nos atrae. Entonces se activa desde lo más profundo de nosotros ese anhelo
que se proyecta en esa dirección. La conciencia anhela vivir esa experiencia: la de vivir en España.

Posiblemente nos atrevemos a dar el paso de emigrar porque donde vivíamos o lo que hacíamos,
nos dejó de atraer, porque ya nos aburría o ya no nos aportaba, porque sentíamos que necesitábamos “algo más”,
o porque deseamos comenzar un nuevo proyecto de vida con alguien, en definitiva: porque el impulso del alma
por vivir algo nuevo nos despierta ese deseo de "dar el salto". Entonces es momento de dejar ir, de soltar.
Dejar ir en conciencia el ciclo que termina y dar la bienvenida al que comienza.

Preguntarnos cómo nos sentimos respecto a haber dejado nuestro país, nuestra familia, nuestra vida
para arrancar con un nuevo propósito, nos ayuda a saber si hemos cerrado el ciclo o si sigue siendo
un proceso pendiente de cerrar en armonía y plenitud. Asumir la responsabilidad de dónde nos encontramos
con respecto a ese cierre es lo que nos coloca en la posición ideal para seguir adelante, para "diseñar"
un presente luminoso y un futuro lleno de posibilidades.

Nuestra nueva vida en España requiere de nosotros, de estar conscientes de que afrontamos un duelo,
y es un duelo múltiple: hemos dejado atrás familia, gente muy querida, deseos, casa, trabajo, comida,
lugares, clima, costumbres, tantos recuerdos, olores y sabores.

El duelo frente al que nos encontramos es único, íntimo y personalísimo de procesar. El primer paso y lo más importante para enfrentarlo es aceptar la pérdida, si no hay aceptación, no se procesa ni se trasciende
y podemos estar mucho tiempo después volviendo a vivir la pérdida como si acabara de suceder.
Esto pasa cuando no se vivió el duelo y no se comprendió el proceso: mientras no se logre llegar a la aceptación
no se inicia el proceso de duelo. Abandonarse a ese vuelo interior, soltar todo y volar hacia adentro:
eso es la aceptación.

El duelo conlleva ese cierre de ciclo para poder salir renovados. Es un "volver a nacer”, ya que
no somos los mismos sin esos vínculos. Hay una transformación importantísima en nuestro autoconcepto.
Pero lo más importante es saber y comprender que los vínculos no se terminan, ni se acaban, sino que se transforman.

Merecemos darnos el momento de procesar la pérdida y salir empoderados a través de agradecer la experiencia; reconocer que hay un propósito perfecto en el plan del alma y que existen las más profundas razones
por las que estamos iniciando una nueva etapa.

Una propuesta revolucionaria:

Estas son algunas de las propuestas de la Semiología de la Vida Cotidiana®, un nuevo modelo educativo
sustentado en el desarrollo de la conciencia y una propuesta para elevar la calidad de vida de las personas
creada por el Dr. Alfonso Ruiz Soto®, fundador y director del Instituto de Semiología S.C.®

Desde 1985 ha impartido sus postulados a través de conferencias, cursos, talleres y programas tanto de radio como de televisión, llegando a miles de personas que se han beneficiado de esta transformadora propuesta educativa.

Este sistema propone situar al individuo al centro del proceso educativo, emplazando a la conciencia
al centro del individuo con el objetivo de conocernos y entendernos a nosotros mismos. Ofrece herramientas muy valiosas para la vida misma que nos permite comprender y aprender a disfrutar del mundo a través
del autoconocimiento. Somos los grandes ausentes en el proceso educativo.

Es la propuesta que nos enseña a leer el lenguaje de la realidad, y a descifrar los signos de la vida
y la experiencia humana para generar vínculos armónicos con nosotros mismos y por ende, con todo lo que nos rodea.

¿Cómo se cierra un ciclo?

Como hemos comentado anteriormente, una vez aceptada la pérdida estamos en el punto propicio para
cerrar el ciclo. La aceptación está íntimamente ligada al contacto y liberación de la emoción.
Es necesario establecer un genuino contacto con la emoción de la pérdida y permitir que la compuerta emocional
se abra y que fluya completamente todo, es decir, el desahogo propiamente dicho.
Es una sensación de relajación y alivio dejar que la emoción salga por completo.

El ciclo se cierra en el momento presente. Y aprender el arte de poner la mirada en el aquí y ahora
es el paso inicial para que la conciencia perciba la totalidad de lo vivido.

Entonces podemos ver con claridad lo que el ciclo nos dio. No lo que no nos dio. Al poner la mirada en lo que
el ciclo nos ha regalado, lo que se experimenta es gratitud. Es el momento de agradecer y perdonar.
Agradecer por tantas experiencias vividas y compartidas, gratitud por tanto que recibimos, por todo
lo que enriqueció nuestras vidas, porque gracias a todo ese recorrido, somos quien somos aquí y ahora; por tanto
que dimos, por tanto y por todo, sin nada que lamentar y entonces ocurre algo fascinante: la conciencia
comprende que la pérdida se convierte en ganancia.

Cada ciclo está formado por muchas experiencias y cuando las asimilamos una por una percibimos un enorme beneficio. Para lograr asimilarlas, nos preguntamos: ¿Qué fue lo que el ciclo me dio, qué fue lo que recibí?
Y entonces la conciencia asimila ese ramillete de experiencias y despejamos el camino para que la gratitud
se haga presente. Incluso los sinsabores, disgustos y contrariedades forman parte de esa abundancia de experiencias. Las soltamos todas con una sonrisa en los labios; sólo a través de agradecer la experiencia completa y procesar
la pérdida logramos renacer: es un acto de amor hacia nosotros mismos en el momento presente .
Habitando en el presente, el pasado está como recuerdo y el futuro como deseo.

El crecimiento de conciencia radica en la dedicación que pongamos en cerrar el ciclo, y puede ser grandísimo
ya que todas esas experiencias agradecidas forman parte de nosotros: las integramos en el nuevo autoconcepto
y así trascendemos lo que estamos viviendo con la firme convicción de que ya estamos avanzando.
Tomará su tiempo, posiblemente si, o no. Lo que está claro es que entregarse de lleno a cerrar el ciclo nos lleva
a comprender que estamos en el camino de poder elegir la mejor manera de continuar: agradeciendo, soltando
y sonriendo lo cual implica una evolución de la conciencia y la creación de nuestro nuevo viaje. Porque la conciencia evoluciona solamente de dos maneras: asimilando experiencias y cerrando ciclos.

La emoción es el termómetro: lo que sentimos es la clara respuesta y lo que nos indica si estamos
cerrando el ciclo o no. Si existe resentimiento, angustia, culpa, amargura o pena, resignación, tristeza,
si hacemos reproches o hay molestia, no estamos cerrando nada. Hay que aplicarse y cerrar.
Ser honestos con nosotros mismos respecto a lo que sentimos nos ayuda a abrirnos a comprendernos;
comprender que nos nutrimos de toda experiencia. Las que nos confrontan con puntos de fricción
fuertes o intensos, son aquellas que nos invitan a crecer y a transformarnos en alguien nuevo.

Cerrar el ciclo implica transportar su riqueza al siguiente, y es así como la experiencia humana se va sumando.
Lo que se resiste, persiste. Y todo lo que se reprime, se actúa. Por lo mismo, lo que requiere la conciencia
es asimilar la experiencia y trascenderla con lucidez y amor.

Una vez que se concluye y se cierra el ciclo viene la comprensión de lo vivido y lo compartido, de la ganancia,
de que nada ni nadie nos pertenece y que no le pertenecemos a nada ni a nadie y que estamos completos.
Viene una comprensión tal, que lo que experimentamos es liberación porque lo que descubrimos son las perlas de la experiencia, eso es lo único que nos da la vida y eso es lo que nos llevamos; y comprendemos que el vínculo
se ha transformado. Para eso sirve el proceso de duelo, para asumirlo.

El camino del autoconocimiento es el que nos conduce y nos prepara para afrontar el duelo, cerrar el ciclo y crear
con aceptación y confianza el presente, confrontar las pérdidas logrando salir fortalecidos y renovados
y es entonces cuando nos convertimos en una mejor versión de nosotros mismos abriéndonos a recibir
lo nuevo y maravilloso que está por venir.